PARA QUÉ SIRVE LA GESTIÓN RELATIVA
Siempre nos han sorprendido quienes dicen que para alcanzar el éxito has de saber perfectamente a dónde quieres llegar, seguir un plan meticuloso y hacerlo todo perfecto. No es así. También están los fanáticos de los métodos, los planes detallados, los obsesionados con medir resultados. No digo que no haya situaciones en las que esto es útil, pero no siempre es necesario.
Se nos dice que para lograr el éxito debemos saber exactamente a dónde queremos llegar y cómo lo haremos, que el éxito pertenece a quienes practican el control absoluto.
Pero en “las cosas de la vida”, como las llamaba Cervantes, no solemos tener claro a dónde queremos llegar, hay mil formas de recorrer el camino y hagamos lo que hagamos no podemos asegurar que lleguemos a nuestro destino.
Metas difusas, la ambigüedad de los objetivos
Piensa en educar a los hijos. ¿Qué significa “tener unos hijos educados”? Es un reto ambiguo. Además puedes hacer todo lo inimaginable y aún así pueden terminar siendo groseros, irrespetuosos o desconsiderados, vagos, egoístas y si tienes un poco de mala suerte hasta delincuentes.
Así mismo sucede en todos los ámbitos; personal, profesional o social. Las metas son ambiguas y no hay planes establecidos. Perseguimos la felicidad o el éxito profesional sin tener claro qué significan y rara vez se alcanzan mediante un plan milimétrico.
Las “cosas de la vida” suelen ser conceptos ambiguos, difusos o como mínimo abiertos a interpretación. Una familia feliz, una pareja perfecta, unos hijos educados, un trabajo digno.
¿Qué significa realmente tener una relación perfecta? ¿Es una conexión emocional profunda, una vida sexual activa o un compromiso de apoyo mutuo en los desafíos cotidianos?. La respuesta depende de cada persona y, lo más importante, puede cambiar con el tiempo. Lo mismo ocurre con el éxito profesional o la felicidad: conceptos cargados de ambigüedad que se transforman a medida que avanzamos.
Son metas difusas y además cada meta, cada reto se interpreta de distinta forma según quién lo afronta. “La misma canción, al cambiar de persona, no dice lo de siempre cuando dice lo mismo”, como canta Sabina.
Mil formas de recorrer el camino
Del mismo modo, pensemos en la educación de los hijos. ¿Qué implica realmente criar a un niño "bien educado"? ¿Es inculcarle valores sólidos, garantizarle un alto rendimiento académico o permitirle desarrollar su individualidad? La verdad es que no existe un único camino correcto, y lo que hoy consideramos esencial podría cambiar radicalmente con el tiempo.
Hay tantas familias felices como familias felices, hay infinitas maneras de educar a un hijo. El éxito profesional tiene tantas formas distintas como los profesionales que lo persiguen y existen infinitas formas de prepararse y desenvolverse durante una carrera profesional. Y la felicidad, ¿qué decir de la felicidad? Más diverso no puede ser el concepto.
La cuestión es que nuestras metas son como un sueño borroso, tan solo se intuyen y siempre se moldean mientras las perseguimos. Steve Jobs decía que la " La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas" nosotros creemos que “las personas no sabemos lo que queremos hasta que lo conseguimos".
Hagamos lo que hagamos, nada nos garantiza el éxito
Y para colmo por muy bien que planifiquemos y aunque hagamos todo perfecto no tenemos el éxito asegurado. En casi todo lo que nos proponemos en esta vida es imposible asegurar que nos vaya a ir bien. No existen fórmulas mágicas. No todo depende de nosotros.
Carl Jung escribió en 1931; “Los problemas más grandes e importantes de la vida son todos fundamentalmente insolubles”.
Nos toca recorrer el camino sin saber cual es el destino exacto. Sin tener claro qué derroteros vamos a tomar. Y tomarlos siendo conscientes de que puede que no lleguemos a buen puerto por mucho que nos esforcemos.
Es algo así como caminar en un bosque espeso, sin mapa ni brújula, con el objetivo de encontrar una cabaña que podría o no existir y de la que no sabemos cómo será. Lo cierto es que es desalentador.
Pero a pesar de todo tomamos infinitas decisiones de forma cotidiana buscando la cabaña.
Y si nos fijamos observamos que las tomamos sin cumplir con un plan meticuloso, sin seguir un manual. Y sin tener la certeza de un resultado final satisfactorio.
Por mucho que corrijamos a nuestro hijo puede que termine siendo un maleducado . Por mucho que estudiemos y muy buenas notas que saquemos en la carrera nadie nos asegura que logremos trabajar de “lo nuestro”. Y así una detrás de otra.
Pues bien, es este tipo de decisiones y la forma en que las toman lo que distingue a esas personas que te sorprenden por su capacidad asombrosa para dirigir sus vidas, liderar proyectos o emprender.
En contra de lo que piensan los fanáticos de los objetivos claros, y el control absoluto, veremos que lo que marca la diferencia es la capacidad para tomar decisiones incluso cuando no tenemos claro el destino, desconocemos el camino, toca asumir que no todo está bajo control y no podemos asegurar el éxito.
Así que vamos a explorar juntos una nueva forma de pensar. Porque eso es la Gestión Relativa, un modelo mental potente, rompedor y sobre todo efectivo.
Eso sí, avisamos. Si buscas un modelo con respuestas fáciles y garantías al 100%, no va a ser este. Si estás dispuesto a cuestionar los planteamientos tradicionales, a pensar diferente y descubrir una forma más realista y efectiva de afrontar los retos a los que nos enfrentamos cada día, entonces has elegido el libro correcto.
Bienvenido a la Gestión Relativa, ahora ya sabes para qué sirve.
“Hay una chica que es igual, pero distinta a las demás.
La veo todas las noches por la playa pasear.
Y no sé de dónde viene Y no sé a dónde va”
Nino Bravo (Noelia)